Universidad Central del Ecuador

Poco antes de fallecer, nuestro querido poeta Jorge Enrique Adoum me hablaba del imponente mural de Guayasamín que tienen aquí en la Facultad de Jurisprudencia.

Fue en 1960 que inauguró esta obra con mosaicos de cristal de Venecia. Conocida como “Historia de la Civilización”, tuvo un boceto previo en la que le llamaba “El espíritu de la cultura”. Y esto se me convirtió en un bello símbolo de lo que es la Universidad: aquel lugar por donde pasa y se transforma la civilización, ese sitio lleno de aulas que albergan el espíritu de la cultura, entendida en su sentido antropológico.

Pero mi conversación fue mucho más allá. Me contaba Adoum que este mural que hoy conocemos lleva su frase: “Porque tú eres libre para alcanzar tus sueños”. No alcancé a preguntarle, pero siempre me gustó esa anfibología: ¿hablaba del alumno o de la Universidad?

Y la respuesta no es necesaria porque los dos son lo mismo; se contienen y se identifican. Debe ser por eso que se la llama Alma Mater: «madre nutricia», la que alimenta. Porque la Universidad no tiene sentido ni razón de ser, sin sus alumnos, y son los jóvenes quienes hacen de la Universidad esa alma mater.

Cualquiera que sea el caso, lo único cierto es que en una universidad debe crearse un ambiente de libertad para poder alcanzar los sueños de país, de sociedad… alcanzar objetivos trazados en conjunto, metas comunes.

Jorge Enrique me contó también que el boceto tenía otro texto: “Un mundo por nacer bajo tus huellas”. Esta, mi querida Universidad Central, ha sido precisamente eso: creadora de generaciones que quieren un mundo nuevo, construido por ellas; generadora de esas huellas que los futuros alumnos utilizarán como ejemplo y referente.

El mural concentra el quehacer de un alma matter, casi podría decir que sus carreras y preocupaciones primordiales: el mar como origen de la vida, las plantas, los pueblos primigenios, el fuego, la fertilidad, la miseria, la guerra, la religión, la civilización mecánica, la era atómica y el hombre contemporáneo.

En el saludo que me permití entregarles, me congratulaba del diálogo que han emprendido entre el humanismo y la técnica, pero –sobre todo- con el joven que debe enfrentar un mundo cambiante.

Un diálogo que se enriquece con la experiencia y el estudio histórico. Borges decía “La Universidad debiera insistirnos en lo antiguo y en lo ajeno. Si insiste en lo propio y lo contemporáneo, la Universidad es inútil, porque está ampliando una función que ya cumple la prensa”.

Felicitaciones estimado Rector. He visto cómo han emprendido en nuevas carreras, con la solidez que sólo da una larga trayectoria; cómo han privilegiado la investigación, que es –precisamente- en donde germina la libertad para alcanzar los sueños.

No debe ser nada fácil dirigir este personaje. Porque la Universidad no es un conjunto de edificios, tampoco una suma de aulas. Es un habitante más, unas veces héroe, otras actor, muchas interlocutor, pero siempre protagonista.

Creo que lo están haciendo bien. Cumplir 186 años con los ojos del país entero puestos encima, no es nada simple.

Por sus aulas han visto pasar generaciones; la sociedad ecuatoriana en su totalidad y en su maravillosa diversidad. Son los responsables de mandatarios, científicos, técnicos, artistas y deportistas, que han decidido el Ecuador que estamos construyendo. Cada día (y han sido más de 67.000) están dejando esas huellas del mundo nuevo que tanto anhelamos.

Felicitaciones. Que sean muchos más. Tantos como alumnos