Feria del Libro en Ambato

Para aquellos que pasamos de 40, una Feria del Libro es como la juguetería para un niño, o la confitería para el gourmet.
¡Cuántas historias de vida se tejieron alrededor de un libro!

¿Recuerdan el vuelco que daba nuestro corazón al escuchar a la bella muchacha que queríamos conquistar, decir que su libro preferido era el mismo que nosotros no podíamos dejar?
¿Y las interminables discusiones en la jorga sobre el valor literario del último Best Seller?
Para nuestra generación (y entiendo que todas las anteriores) el mundo se dividía entre los que leían y los que no lo hacían.
Extrañamente, era un piropo decir de alguien que era un ratón…de biblioteca.
Alrededor de los libros hay cálidas anécdotas y simpáticas curiosidades:
Se cuenta que García Márquez acudió a la Editorial Sudamericana de Buenos Aires para la publicación de su célebre “Cien años de soledad”. No tenía dinero para el envío de las 590 hojas, así que mandó una parte y luego tuvo que ir a la casa de empeños para despachar la otra mitad. Sus nervios eran tales que envió primero la segunda parte.
Los libreros tienen bellas historias, algunas de las cuales pudieron haber cambiado la historia de la literatura, es decir, de la humanidad.
A Tolstoi le dijeron que Ana Karenina era “pura basura sentimental”, a Gustavo Adolfo Béquer que sus famosas rimas eran “suspirillos germánicos”, al gran Walt Whitman, cuando publicó Hojas de Hierba, le sentenciaron que la posteridad no querría saber nada de su obra, y a Balzac que nadie le recordaría luego de cien años.
Menos mal que los autores han tenido tenacidad. Dicen que Malcom Lowry escribió más de 4 veces su “Bajo el Volcán” porque siempre se perdía en el correo camino a la editorial. Y Franz Kafka murió sin haber visto ninguna de sus grandes obras publicadas, sino tan solo un cuento menor en un periódico.
Un amigo de mis hijas, o sea joven, me dijo que yo venía hoy al espectáculo de una especie en extinción.
No creo. No quiero. El libro es un objeto rico, en toda la gama de su significado. El olor de la tinta o del cuero, la textura de los nuevos papeles, la calidad de la diagramación, la belleza de las fotos.
Yo soy de los que se “pelean” con el libro. Rayo, subrayo, comento al margen, anoto…
La relación que mantenemos con el libro es tan personal que si la mostramos en público nos conocerán de una manera casi íntima y exacta.
Miren ustedes la biblioteca de alguien y sabrán qué le gusta, qué le preocupa, en dónde están sus anhelos y cuáles son sus hábitos y pasatiempos.
Esto se “agrava” si tienen acceso a un libro leído por alguien que, como yo, lo subraya y anota: ahí hallarán cuánto aprendió mientras lo leía, qué sabía ya, cuándo se sobrecoge…
Esta relación tiene, como todo amor, el bello rito de esperar el momento del encuentro, de preparar el entorno. También hay distintos tratos y sitios: el preferido está en la mesa de noche, el interesante en el estudio, el útil en la oficina. Y los bellos, están a la disposición de todos, en la mesa de la sala, porque es en el único caso en el que compartimos amores.
Entonces, concordarán conmigo en que la verdadera especie en extinción no es el libro, sino el hábito de la lectura. Viene extinguiéndose desde hace tiempo y es obligación nuestra fomentarlo desde la trinchera que podamos.
Hay un proverbio hindú que dice “Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora”.
Recuerdo con espanto la escena de Fahrenheit 451 en la que se queman los libros, y los amantes de la literatura empiezan a aprenderse de memoria las grandes obras, para que no mueran, para que nadie se olvide de ellas, transmitiéndolas oralmente como los vates de antaño.
Siempre me pregunté qué obra me aprendería como baluarte de la literatura universal a ser transmitida. Yo escogí la Ilíada. Les dejo a ustedes la pregunta planteada, pidiéndoles que nunca olviden de fomentar el hábito de la lectura en las generaciones que vienen.
Borges comentaba “Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído”. Que esta feria del libro coseche muchos éxitos, llene de orgullo a varios, tenga muchas ventas pero, ante todo, genere nuevos lectores.

Amigas, amigos