Condecoración «Pedro Vicente Maldonado»
Cuando me dijeron que se me iba a otorgar la condecoración Pedro Vicente Maldonado, en el grado de Gran Cruz, y que era la que se confiere “a quienes prestaren servicios relevantes en beneficio de la ciudad y del país”, me sentí honrado pero –debo confesar- con la sensación de que estoy usurpando el reconocimiento a los cientos de miles de ecuatorianos que hicieron posible nuestras dos misiones: la Manuela Espejo y la Joaquín Gallegos Lara.
Ningún éxito se habría logrado si nuestros compatriotas no hubieran hecho suya la política de atención a las personas con discapacidad, y ninguna relevancia habrían tenido esos servicios, si nuestros hermanos con discapacidad no nos abrían sus vidas y su esperanza en cada visita que hicieron las brigadas.
Pedro Vicente Maldonado pudo haber sido uno de los beneficiados con estas misiones ya que, como ustedes bien saben, nació asfixiado allá en una navidad de 1704. Entonces le dieron las “Aguas del Socorro” y se sanó. Hoy, le habríamos atendido con los especialistas que recorrieron el país dotando de ayudas técnicas y rehabilitación a todos aquellos que necesitan de atención.
Si no recibía atención oportuna, el país pudo haberse quedado sin el gran sabio, polifacético y humanista Pedro Vicente Maldonado. Esa es nuestra inquietud y urgencia al planificar y desarrollar políticas de atención a los grupos que requieren, precisamente, de una atención prioritaria.
Por ello, permítanme recibir con gratitud esta presea, pero no a título personal, sino en nombre de todas las personas que, solidariamente, brindaron su contingente para que los olvidados de entre los olvidados se conviertan ahora en los preferidos de entre los preferidos.
Mi más cálido agradecimiento al I. Municipio de Riobamba y a este noble pueblo que ha dotado al país de notables hitos en su trayectoria cultural y científica.
Nada más acertado que poner a su mayor condecoración el nombre de este insigne riobambeño Pedro Vicente Maldonado.
Considero que el país debe erigirlo como molde y modelo de lo que deben ser las jóvenes generaciones:
Nunca abandonó esa importante actitud de considerarse permanente estudiante y aprendiz. Aritmética, geometría, latín, astronomía, música, francés, quichua, biología, geografía, medicina… por solo mencionar algunas, son las áreas en las que escogió, desde temprana edad, formarse y profundizar sus conocimientos.
Pero, además, no cesó de realizar observaciones y trabajos de campo que lo sensibilizaron con el país y sus potencialidades.
Cuando veo sus obras y analizo su vida, me convenzo cada vez más de que su principal impulso para la investigación fue el amor por su patria y su gente.
Sólo así puede explicarse la vitalidad para la exploración en regiones desconocidas y la precisión con la que elaboraba sus mapas.
Hay un aspecto de Pedro Vicente Maldonado que siempre me ha inspirado. Dicen sus biógrafos, que –antes que pensar en la independencia de España, que era necesaria pero no urgente- abogaba por la liberación de injusticias más internas y vitales como el no acceso a la medicina, la insalubridad, la inseguridad, la falta de vialidad, las condiciones infrahumanas en el trabajo, la miseria como producto de la desatención.
Debe ser por ese incansable espíritu de lucha por la condición humana que desarrolló cualidades de cartógrafo y constructor.
Lo cierto es que, cuando llega la Misión Geodésica Francesa, los sabios como La Condamine se sorprenden de encontrar, en parajes remotos, un joven con tanto talento, conocimiento y sed de saber.
Y es que, cuando se emprende con pasión aquello en lo cual sabemos que somos capaces, o que es nuestro mayor talento, el éxito no se hace esperar.
A través de este hijo de Riobamba, el mundo contó con la Carta Geográfica del Reino Quito, calificada como “la obra más cabal que se llegó a conocer respecto de las colonias”.
Teodoro Wolf dice que “el monumento más duradero que Maldonado mismo se ha erigido, es un Mapa Grande del Reino de Quito, que ha servido de fundamento para los posteriores”.
Y Humboldt añadió que “A excepción de los Mapas de Egipto y de algunas partes de las Grandes Indias, la obra más cabal que se conoce respecto a las posesiones ultramarinas de los europeos, es -sin duda- el Mapa del Reino de Quito hecho por Maldonado”.
Si estos elogios fueran destinados a un hombre mayor, que vive de glorias pasadas, entenderíamos que son homenajes de admiradores.
Pero, para entonces, Pedro Vicente Maldonado ¡apenas estaba en sus 30 años!
Sería grato extenderme en este personaje fascinante… porque, insisto, forma parte de una galería de honor que tiene el país con personajes que debemos recuperar como consolidación de referentes para nuestros jóvenes y las generaciones que vienen.
Gracias querido Alcalde y Concejales. Que la cuna de Pedro Vicente Maldonado siga inspirando a quienes quieren concebir su vida como una cálida tarea de servicio a los demás.
¡Que viva Riobamba!